martes, 22 de enero de 2013


LA MÁQUINA DE ROCK

Por: Pascual Hortelano






Aunque a los “jóvenes” de recientes generaciones, quiero decir los que oscilamos entre los 12 y los 30 años de edad, el rock nos parezca una música admitida y asimilada por la cultura de la mayoría de nuestra sociedad, un sonido incluso trivializado que uno topa con holgada confianza dos o tres veces al día: en el transporte, en la charla cibernética, en los variopintos puestos de piratería; hubo una época gloriosa en que la palabra “contracultura” tenía un significado más destacable que la mera homogenización de las rebeldías y su posterior deterioro en manos de a quien, precisamente, atacan y disciernen. La música rock junto al mencionado término terminado, pasó momentos de gloria, pues mucho antes de que el sistema lo cooptara para el bien de la industria capitalista, el rock and roll brillaba de fuerzas contestatarias y chispazos de verdadero genio coloquial. Pero lanzar diatribas no es el fin de este artículo y sí el presentar a los lectores el relato de una banda de rock pesado en Zacatecas, la más antigua y la más fresca a 50 años de su fundación y a 20 de su desintegración. Producto de una breve charla con Eduardo López Rojas, ex guitarrista de la banda en cuestión por 15 años, son los siguientes datos.

Jaime López tenía una impresionante colección de vinilos que compartía con sus amigos más cercanos, entre sus grupos favoritos estaban Led Zepellin, Santana, Grandfunk… También levantaba pesas y hacía de la halterofilia un oficio que le merecía respeto y un salario dentro de la universidad como instructor físico. A finales de la década de los 60 del siglo pasado, más o menos en 1969, fundó con otros músicos aficionados al rock  duro, un conjunto que gustaba de hacer sus versiones de las grandes rolas de los Rolling Stones y de The Animals. La personalidad brusca y valentona de Jaime era bien conocida y reconocida por sus paisanos (pensemos en un Zacatecas mucho más pequeño, de hace 25 años), la capital del estado comenzaba una década ruidosa de activismo estudiantil y artístico irrepetible, los jóvenes formaban grupos desinteresados lo mismo de teatro que de expresiones plásticas o de rock, como es el caso que nos ocupa; dentro del ambiente Jaime comenzó a ser conocido como “El Máquina” por su portentosa musculatura de espartano, así que luego de fundado el grupo poco a poco se le puso el nombre: Mr. Máquina y como símbolo un monje electrónico de mirada perversa salido del tintero del ilustrador Manuel Denna.

      Eran los años de la consolidación de la universidad pública en el estado, la autonomía era el halito que habitaba todos los cuerpos y el rector de aquellos años, que gastaba simpatía de condescendiente y astuto, supo que un grupo de rock universitario le daría buena imagen y frutos interesantes en su puesto académico, así que dio el apoyo necesario para que Mr. Máquina fuese la banda oficial de la institución. Por esos mismos años, ya entrada la década del setenta, el entonces guitarrista de la agrupación  Ignacio Rosales decide dejar el mundo de las greñas largas y los cuernos demoniacos pero recomienda a Eduardo López Rojas para que ocupe su puesto. López Rojas hace buenas migas con el líder musculoso e inician así una colaboración que marcó  la tradición rockera del estado (si es que podemos hablar de tal cosa). 


      Comenzó la etapa de más éxito y decir esto es decir que el trabajo abundó y floreció, como grupo universitario Mr. Maquina se presentaba en diversos municipios, principalmente en Fresnillo y Jerez, en donde eran realmente admirados, por aquellos días se habían convertido no sólo en profetas de una nueva actitud existencial, también en los únicos músicos que arriesgaban su reputación y hasta sus familias por el rock pesado, entiéndase poderosos rifs, vestimentas extravagantes y temática demoniaca. Tocaban sobretodo covers de sus favoritos: Black Sabath, Rainbow, Deep Purple , Yngueen Maunstein. Cada presentación significaba algarabía descontrolada, virtuosismo técnico de los ejecutantes y en general un desmadre bonito y disfrutable, donde corría la cheve, la cuba y el son de mota que a nadie distanciaba y que al contrario, parecía acercarlos más.  En este periodo de triunfos Mr. Máquina alternó con las grandes bandas del momento, entre las colaboraciones más importantes destacan las presentaciones al lado de Toncho Pilatos, Luz Bell, Dug Dugs, El Tri, Real de Catorce, sin olvidar a las incipientes agrupaciones locales.

   Mr. Máquina cambiaba constantemente de elementos, por sus filas pasaron innumerables músicos amateurs y profesionales, los que ahora fungen como profesores en la facultad de música o han alcanzado ya la orbita del purgatorio como Jaime López a quien desafortunadamente la muerte lo encontró en un accidente de carretera. 

     Eduardo López Rojas se dedicó durante 40 años a la música, a la que no desdeña y aún acaricia en su habitación especial en la azotea de su casa; ha ejecutado casi todas las variantes de rock, desde el meloso rockabilly malteadero al estridente Death metal de los años noventa, pasando por el blues y el country, su nombre resalta entre los guitarristas por su fino oído educado en la vida diaria y no en las aulas y por sus extensos solos que imitaban al mismísimo Paganini al violín, también le dedicó vida a lo que fue su principal fuente de ingresos: la música de fiestas, amenizó la borrachera de familia y extraños durante mas de tres décadas y aún entre las rarezas más peculiares que se encuentran en un mercado de pulgas de la capital se pueden encontrar un par de grabaciones de uno de sus primeros grupos “La cuarta dimensión”. Muy poco material sonoro queda de aquellas épocas de Mr. Máquina, si acaso un par de videos y un muy raro CD con una actuación al lado de Toncho Pilatos y Luz Bell en el auditorio de la Facultad de Derecho, en el 1977 aproximadamente.

     Cada año se organizan homenajes y talleres recordando a Mr. Máquina, las nuevas bandas poco saben de la leyenda, pero nada más rascar un poco en el pasado salta la huella innegable, porque es eso, huella y no frívolo pasar el que estos músicos dejaron en la sociedad y en el ambiente rockero de Zacatecas, habría que considerar hacerles un homenaje digno, a la altura de su legado, con bandas de trayectoria destacada de las que alternaron con ellos, y no sólo el homenaje insípido de la muchachada que apenas aprende el circulo de sol quieren gozar las jaleas del estrellato.

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